Celebramos el Día Mundial del Libro, con estos dos clásicos (que son más actuales de lo que piensas)
Shakespeare y Cervantes |
Desde hace 15 años, cada 23 de abril se festeja el Día Internacional de Libro, cuyo origen es el Día de San Jorge que se celebraba en Cataluña desde la Edad Media. En esa fiesta era común que el hombre regalara una rosa a su amada; y ya para principios del siglo XIX, la costumbre marcaba que las mujeres dieran un libro a cambio. Esa misma fecha tiene otras coincidencias: el fallecimiento de escritor español Miguel de Cervantes Saavedra, ocurrido el 23 de abril de 1616. Otro 23 de abril, pero de 1564, fue el nacimiento del dramaturgo y poeta inglés William Shakespeare. Estos nombres son sin duda dos de los más importantes para la literatura, y esta es una buena temporada para recordar por qué debemos leerlos.
Primero diría que porque son actuales. Los tramas utilizadas son comunes a todos. En el caso del escritor inglés se pueden encontrar constantemente situaciones parecidas a las que retrata, desde las intrigas del poder hasta las historias de amor. Y a veces hasta se confunden y encontramos dos o más tramas juntas. Un ejemplo: según una parte de la prensa, actualmente en el Estado de México se vive una historia de amor; y según otra parte de la prensa, se trata más bien de intrigas del poder, con herederos al trono y consejeros calvos. No es exagerado afirmar que las actuales telenovelas le deben mucho a este autor. Mientras tanto, el Quijote de Cervantes continúa representando situaciones que debe vencer el hombre, hazañas que nos pone el destino.
Otro punto es que las preocupaciones centrales de ambos escritores tienen que ver con la llamada "condición humana". Tratan temas como la justicia, el poder frente al individuo, el destino y la buena o mala fortuna. ¿Vieron Presunto culpable? Quizá ya se habló demasiado esta película, pero vaya que hay puntos en común en literatura y este horror real.
También habría que agregar que algunos de los personajes de Shakespeare y Cervantes son fácilmente identificables por todo el mundo, incluso sin conocer las obras de donde salieron, como el propio Alonso Quijano (no se asusten si no lo reconocen, así se llama Don Quijote), Sancho Panza, Romeo, Julieta o Hamlet, pero otros más que no son tan famosos son verdaderas joyas donde podemos ver reflejados nuestros vicios, como los personajes menores de Shakespeare: los guardias, los taberneros, los veladores. Si quieren saber si el burócrata que los hace esperar en una enorme fila tiene antecedentes históricos, échenle un ojo a las obras de Shakespeare.
Por otro lado, algo que tienen estos escritores es que su presencia en nuestra vida es notoria. Basta con observar cómo se usa a sus personajes para dale algo de grandeza a ésta, para que parezca que vivimos en una película. Y así cualquier haragán al que no le dejan ver a su amada porque es un vago, se siente un Romeo contemporáneo que tiene que enfrentar a los temibles Capuleto. Y si alguien realiza un acto fuera de lo común, por muy estúpido que éste sea, se le tacha de "quijotesco". Al entrenador argentino César Luis Menotti lo llamaban el "Caballero de la Triste Figura", retomando al Quijote. Y que me perdone si le ofende, pero si ven sus fotos, esa comparación aún es efectiva.
Pero la verdad, la principal razón para leerlos es por su calidad literaria. Un maestro de literatura nos decía a su clase que los grandes escritores son los que ponen de acuerdo a todos. Puedes escuchar a gente calificar de "charlatán" a Paulo Coelho y a otros que aseguran es el mejor del mundo, pero con figuras como Shakespeare, Cervantes, Dante, Sor Juana, es imposible no coincidir en su grandeza. Y si arriba se afirma que sus temas son comunes a todos, lo que no es común es su manera de decirlas cosas. Y eso es importante: encontrar algo que nos incumbe dicho con la mayor maestría. Hay que dejar que nos hablen bonito.
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